Los Misterios de la Fe

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9)

El término fe proviene del latín fides, que significa creer, aunque inicialmente el nombre en hebrero era pistis, vocablo que en la mitología griega personifica la confianza y la fiabilidad. FE… solo dos letras para expresar un estado de comunión tan profundo con la esperanza, con la alegría, con la vida…

Son miles y miles los peregrinos que transitan los caminos de nuestro país, dando palpable evidencia de un misterio que no se expresa con palabras, sino a través de la búsqueda de la mano gentil que se posa para aliviar un dolor del cuerpo o del espíritu, del gesto justo que brinda consuelo, de la espiritua- lidad profunda de aquellos que se reconocen meros instrumentos de la obra divina y toman la dulce misión de compartir su fe y su amor, ayudando a los demás.

la virgen del cerro y maria livia, su humilde servidora

María Livia, desde la Provincia de Salta, ha sido el brazo firme que ayudó a erigir, junto con la ayuda de las Carme- litas, la donación de una familia de Buenos Aires y la de- dicación y amor incondicional de los creyentes del lugar, el predio para llevar a la Virgen del Cerro, abriendo la puerta para que más de 3.000 fieles, cada sábado, lleguen hasta la cima con sus cuerpos sufrientes, sus espíritus movilizados, sus pedidos, sus oraciones, sus agradecimientos.

Todas las semanas nuevos devotos se entregan a los brazos de esta joven mujer que asegura es la elegida por María para transmitir sus mensajes. Testigo y voz de la Inmaculada Madre del Divino Corazón Eucarístico de Jesús, recibe a todos en los Tres Cerritos, el sitio que la Virgen eligió para quedarse.

A partir de 1990, María Livia empieza a tener las primeras manifestaciones que produjeron el milagro y le llevaron, como ella lo reconoce, en las conferencias que da luego de la imposición de manos, una “gran felicidad en su alma”. La voz que le habló se presentó como la “Madre de Dios” y la comprometió en una tarea que superaba, en mucho, la doméstica vida de atender a su esposo y sus hijos en la tranquilidad de su hogar. “Ven hija mía, alabado sea el Señor, los ángeles te acompañarán. El Señor abrirá un camino de luz.”

Los peregrinos hablan de la paz inmensa que sienten cuando llegan al lugar, una sensación de que “se les llena el alma” y que realmente se siente la presencia de la Virgen y de Dios y hay en todos, un convencimiento compartido, el de que la gente no se acerca a María Livia, sino a la Virgen. El mensaje, entonces, queda claro en el corazón de todos los creyentes… la Santísima Virgen le pide a María Livia que ella ore, que interceda por cada una de las personas que llegan a pedir.

Ella dice que ve la presencia de la Virgen en medio de la gente que reza o cuando está presidiendo la oración y también la presencia de Jesucristo; como dicen los peregrinos “esto no se lo ve con los ojos humanos pero el alma lo siente.”

vida y obra del padre mario

Giuseppe Mario Pantaleo nació en Pistoia, Italia, el 1 de agosto de 1915.

En 1924 la familia emprende un viaje a Argentina, buscando un futuro mejor. Llegan a Buenos Aires el 28 de enero y se dirigen a la Ciudad de Córdoba.

Mario fue alumno en el Colegio Pío X y a partir de 1927, en el aspirantado salesiano de Colonia Vignaud, Córdoba. En 1931, la familia vuelve a Italia y se afincan en Arezzo, Toscana.

En 1932, Mario ingresa en el seminario Diocesano de Arezzo. Luego continuaría sus estudios en los seminarios de Viterbo y de Salerno. La guerra obliga a cerrar este espacio de formación y Mario termina sus estudios y es ordenado sacerdote en Matera. Oficia su primera misa el 8 de diciembre de 1944 en Pomarico, donde estaba radicada su familia.

El 29 de julio de 1948 regresa de manera definitiva a la Argentina, donde las autoridades eclesiásticas lo destinan primero a la Iglesia de San Pedro en Casilda, Provincia de Santa Fe, luego a Rosario, a la Parroquia Nuestra Sra. de la Guardia y posteriormente, como capellán, al Hospital Ferroviario; más tarde es enviado a Acebal y por fin a Rufino. En 1958, luego de diez años de misión sacerdotal en Santa Fe, pide su traslado a la Ciudad de Buenos Aires. Allí se suceden diversos destinos, la Capellanía del Hospital Ferroviario y del Hospital Santojanni y la Parroquia del Pilar y también comienza a ser conocida su capacidad para diagnosticar y aliviar el sufrimiento físico y psíquico de las personas. A fines de los años sesenta esta virtud lo vuelve muy popular, siendo miles las personas que quieren y buscan entrevistarse con él.

El padre Mario recibía a todos por igual, consolando, dando contención espiritual y en muchos casos llevando alivio a sus pesares. Decía: “Yo soy la guitarra; el guitarrero está a- rriba, y es Él quien verdaderamente hace todo”.

En esa época, el sacerdote compra un terreno en González Catán, donde comienza a construir una pequeña casa. A fines de los ‘60, Aracelis “Perla” Gallardo, acude a él buscando alivio a un problema de salud que la aquejaba. Al componerse contra todo pronóstico, ella decide junto a su familia, ayudarlo en la construcción de una iglesia y una obra social en esa localidad de la Provincia de Buenos Aires.

La piedra fundacional de la Capilla Cristo Caminante se coloca en 1972. El 13 de octubre de 1975 es entronizada la imagen de Cristo Caminante, que da su nombre al templo y el 8 de diciembre de ese año, el padre Mario oficia la primera misa.

Además de Perla, muchos amigos se sumaron a la voluntad inquebrantable del “padre fundador” y comenzaron a desarrollar servicios sociales para los habitantes del ba- rrio; así se fueron sucediendo diversas construcciones y servicios destinados a la comunidad, que crecieron a un ritmo vertiginoso. Entre 1976 y 1992, se pusieron en marcha gran parte de los proyectos actuales: Jardín de Infantes, Escuela Primaria, Escuela Secundaria, Policonsultorio, la Escuela Laboral para personas con discapacidad, el Centro de Atención para Adultos Mayores y el Polideportivo.

A pesar de su salud cada vez más endeble, el padre Mario se entregaba completamente a su misión pastoral, el alivio de los males de las personas y la construcción de la Obra en González Catán. En una de sus homilías, lo puso en palabras sencillas y de profundo sentido cristiano: “Porque estas cosas se han hecho y este lugar se ha hecho, en nombre del Señor”.

El padre Mario Pantaleo fallece en la Clínica de la Trinidad en la Ciudad de Buenos Aires, el 19 de agosto de 1992. Miles de personas acuden a la capilla ardiente y acompañan el cortejo a su primer destino en el Cementerio de la Recoleta y otros miles a su destino final en su Obra de González Catán, un año después, donde hoy descansan sus restos.

La Obra siguió creciendo sin pausa y se incorporaron nuevas realizaciones, tales como la capacitación en arte y oficios, la formación universitaria, el programa de vejez activa y la educación no formal, entre otras. Además, miles de personas se sumaron y siguieron acompañando el proyecto para cumplir con la misión: “Promover el desarrollo humano en González Catán a través de un modelo de redistribución solidaria, gestión de excelencia y calidad en los servicios”.

El sitio, que es visitado cada año por miles de personas, es un testimonio de fe cristiana y es un lugar que ayuda a construir una comunidad que encuentra en el padre Mario un camino para llegar a Dios.


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el padre ignacio: un cruzado del espíritu santo

Ignacio Peries Kurukulasuriya es un sacerdote de piel morena, nacido en Balangoda, Sri Lanka, ordenado en el movimiento Cruzada del Espíritu y nacionalizado argentino. La Cruzada es una asociación católica, fundada bajo la inspiración del Concilio Ecuménico Vaticano II, en Salamanca (España) por el reverendo irlandés Padre Thomas Walsh.

En la actualidad, la Cruzada tiene iglesias ubicadas en el sector norte de la Ciudad de Rosario, en distintos barrios de tradición obrera. La parroquia Natividad del Señor, núcleo del movimiento y emplazada en el Barrio Rucci, no es la excepción.

El ritmo de trabajo de la Cruzada en los barrios estuvo marcado por las necesidades de los vecinos, quienes afirman que éste se profundizó a partir de la crisis social, política y económica de 2001. Así la asociación inauguró tres escuelas que abarcan la educación desde la sala de jardín de infantes de dos años hasta el nivel terciario; ocho comedores y un polideportivo con cancha de bochas. Junto a la Pastoral de la Salud, construyó tres dispensarios de salud que ofrecen atención médica en numerosas especialidades.

El movimiento carismático reinterpreta, desde el seno del catolicismo, un imaginario que pone el acento en el individuo, la libre elección y las búsquedas de un bienestar mundano y psíquico, y no tanto en la vida ultraterrena. En este sentido, se construye un universo discursivo que expresa el espíritu de época: enunciados como “creo en lo que quiero creer” son validados al enmarcarse en una episteme moderna e individualista, signada por valores relativamente específicos de los sectores medios. Serán éstos los interlocutores principales, aunque no exclusivos, de dicho lenguaje.

El padre Ignacio tuvo como primera misión la de venir precisamente a nuestro país y así llega a Rosario en 1979, en pleno período de la dictadura. Desde ese momento su fama comienza a crecer sin parar, congregando a miles de creyentes, personas con alguna enfermedad o problema y también curiosos de todo el país y de países vecinos, que llegan a su parroquia.

Él manifiesta tener “dones”, que afirma haber descubierto cuando tenía entre 12 y 14 años edad. “Yo puedo percibir ‘cosas’ al dialogar con la gente”, comparte en alguna de las entrevistas que concede.

En su encuentro con ellos, el sacerdote pregunta por qué están ahí y qué les ocurre y sin necesidad de indicación específica, sabe tocar las partes del cuerpo castigadas por la afección, imponiendo sus manos a los peregrinos o tomándolos de la nuca, antes de que algunos sientan incluso que sus rodillas no logran sostenerlos y caigan al suelo, pero siempre con la atenta ayuda de los colaboradores del lugar.

Algunos de los pobladores del Barrio Rucci bien pueden dar cuenta de que las multitudes son asombrosas y que hay días que llegan ómnibus con creyentes de todas las provincias, superando el millón de personas por año. Esto supone también que muchas veces haya que esperar meses para encontrarse con el padre Ignacio para que el sa- cerdote les imponga sus manos y los envuelva en un abrazo, lo que obliga a otorgar turnos diferidos.

El padre prefiere el bajo perfil. Dicen que quiere alejar lo suyo de toda posibilidad de sensacionalismo, pero en un libro dedicado a él hay registro de testimonios como el de Amalia Pettinari, enferma de cáncer que dijo que se recuperó tras confiar en el padre o también el de Miguel, un chico con una enfermedad terminal (según los médicos), cuyos pronósticos jamás llegaron a cumplirse. Y junto a muchos otros de los que no queda registro escrito, el de Deolinda Martínez, que tras un derrame cerebral fue bendecida por el padre y hoy solo repite: “Gracias a Dios y al padre Ignacio”.

El religioso afirma: “Yo no soy un sanador, solo transmito el poder de sanación de Dios. El actúa a través de mí” y se rehúsa a explicar lo que ocurre, reconociendo que no tiene sustento científico ni humano, pero afirmando su convencimiento de sentirse instrumento de Dios, quien es el que verdaderamente obra estos “milagros de la fe”.

Más allá de cualquier categoría, lo que no puede negarse es la sensación de paz y tranquilidad que a través de sus manos Dios transmite al que se acerca a esta verdadera vivencia y esto hace posible que él cumpla con lo que siente es su “misión”. El padre Ignacio sabe que cada uno recibe una, algunos la de confesar y otorgar el perdón, la de aconsejar; a él Dios le ha otorgado la gracia de amar a los enfermos y poder estar con ellos. Y ésa es su vocación.

Lo cierto es que todos los que acuden a él se van reconfortados, algunos creyentes vuelven, algunos no creyentes se convierten, otros se curan, aunque en la práctica no se haga ningún seguimiento de estos casos.

El sacerdote lo deja en claro: “Mi misión, como Cruzada del Espíritu Santo, que es el nombre de nuestra asociación, tiene como punto central conquistar almas para Cristo. Para eso, Dios obra a su forma y dice: el Espíritu sopla donde quiere, como quiere y cuando quiere.”